Quizás pocos saben lo que tienen que atravesar estas maestras para llegar a las escuelitas que están lejos del bullicio urbano y en medio de las cumbres tucumanas. Son las mujeres anónimas que brindan su amor a los escasos chicos que viven allí, en los sitios más inhóspitos. No importa el clima. Su objetivo es cumplir con su trabajo.
Ellas avanzan al paso por un angosto sendero para llegar a las escuelas perdidas, a más de cinco horas a caballo. Y a veces, estas docentes, las héroes olvidadas, pasan momentos poco agradables en el trayecto.
Como le sucedió a la señorita Patricia, que fue grabada por una colega por los caminos de Chasquivil, cuando su caballo, por la intensa lluvia, perdió el equilibrio y por muy poco se le cae encima. "Filmá esto para la señora ministra (en referencia a Silvia Rojkés de Temkin)", dice la docente, tirada en el piso y toda mojada.
"Para que vea lo que pasamos nosotros", le agrega su compañera, un poco enojada por la situación que, al parecer, muchos no conocen.